“… era capaz de reflexionar sobre el misterio de su
origen, de estudiar el extraño y tortuoso sendero por el cual había surgido
desde la materia estelar. Era el material del cosmos contemplándose a sí mismo.
Consideró la enigmática y problemática cuestión de su futuro. Se llamó a si
mismo humano. Y ansió regresar a las estrellas." Carl Sagan.
El arte es un milagro porque
sublima el alma, cualquier ser con un ápice de humanidad no puede permanecer
impávido ante la marea que desatan Mozart, Vivaldi, Bach, Tchaikovsky o incluso
Paganini, el concertista del diablo. Quién no se pierde entre las sombras
perfectas de Caravaggio de Miguel Ángel o de Rembrandt o debatido entre
Descartes, Kant o Nietzsche. El arte es un milagro en todas y cada una de sus
expresiones, desde la música que es el fenómeno más maravilloso que puede
producir el hombre, pasando por la pintura, la escultura, el cine y la
filosofía, que es el Big Bang de la conciencia humana, todo es un milagro, una
manifestación divina.
Nietzsche era fervoroso amante de
la música, concretando en una de sus máximas más divulgadas que sin música, la
vida sería un error. Máxima que choca al decir que Dios ha muerto. Creo yo
firmemente que Dios no murió, al contrario, el Dios que Nietzsche hizo muerto y
todos los dioses de todos los panteones se encarnaron y se hicieron uno que se
nos muestra amoroso y benevolente desde que el hombre fue iluminado y bendecido
con el don de hacer arte.
El arte lava y alivia las culpas
y convierte en pérfidos a los santos, brinda identidad a los pueblos y ensalza
los crímenes de las naciones haciéndolos parecer gestas heroicas, el arte
exaspera el añil de la melancolía y el carmín de la sangre, lo vuelve todo
subjetivo, tan subjetivo como la belleza.
Deberíamos todos rendir culto a
lo bello, a la belleza del amor y de la alegría, pero también a la belleza
lúgubre de la tristeza y del luto, a la belleza ardiente de la pasión y el
odio.
El arte nos vuelve dioses y
hombres, porque nos conecta con la majestad de lo divino gracias a la armonía,
sea armonía del color, de formas, de sonidos, pero armonía perfecta. Y nos
vuelve hombres, nos recuerda nuestra gloriosa condición mortal porque nos
penetra en el miedo, en la nostalgia, en la incesante e infinita lucha del
hombre por volver a las estrellas.