sábado, 21 de diciembre de 2013

Diciembre 21

No podía más con esa horrible sensación de opresión en la garganta y en el pecho.
Enloqueció.
Estrelló frascos contra el suelo, quebró ventanas, partió cuadros y pinceles, deshojó libros y le prendió fuego a las cartas que nunca envió y a las fotos que hubiera sido mejor no haber tomado.
La habitación era un reguero de lágrimas y desesperación. Lo destruyó todo a su paso, como la tormenta que siempre fue, y cuando no le quedó nada más que llevarse, arrojó su cabeza desde el quinto piso y sus ideas en espiral se desperdigaron sobre la acera ante la mirada atónita de la gente que caminaba por la avenida una tranquila mañana de sábado de primavera.

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